Auswahl von Gedichten / Selected poems / Selección de poemas

Mario Markus, Max-Planck-Institut, Dortmund, Alemania

Más allá de la Biblia
La hilandera
Tabula rasa
El pene cebolla
Dios Suicida
No en la lengua
Hierro
El país sin nombre
El taxista ciego. (Historia de Tenochtitlán)
El milagro del sueño
Cerca de Tschernobyl
En Chile tú
No Carmen o sí Carmen
En viaje a España
Nocturno gástrico
Artimaña
Más allá
Final
Botellas
Jaula
Bonjour
Punto sin masa
Pueblitos
Salida del vuelo 704
Vuelo 231
Sopa de agua
Telones
Recomendación turística
Ecuación
No
Paula
Luz
Los genitales del hermano
Cesárea
Flores
Evangelio
El girasol
La rosa
Curación cotidiana
Minicuento I
Chile
El pez en el acuario
La nieve me enseña
Arte poética II
El idioma materno

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Más allá de la Biblia

Hay un misterio más grande
que la conciencia humana,
más grande que el carisma milenario
de Aristóteles o Jesucristo;
más grande que el orgullo de poseer
ante la muerte inevitable.

Hay un misterio más grande:
es el del hombre detrás de mí en el bus mascando chicle,
porque no hay nada más absurdo
que rumiar sin sentido,
sin tener ni siquiera conciencia de vaca,
ni lenguaje, ni usufructo, ni ideal,
ni siquiera estupidez:
hay genios que mascan chicle,
hay santos y filósofos que mascan chicle.

¡ No hay misterio más grande !
El hombre detrás de mí en el bus
lanza su sombra
sobre todos los misterios de la tierra.
Los vence los anula.
Triunfa sobre Cristo y Aristóteles
y sobre mí.
Me doy por vencido
y me bajo del bus.

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La hilandera

De la soledad suelen surgir hebras negras
que en los callejones, al seguirlas,
con la noche se enredan.

Dicen que es mejor no jugar con ellas,
pues en una punta llevan veneno
y en la otra el rabo ciego
de la culebra.

Dicen también que hay una hilandera
tejedora de hebras blancas, de seda,
que no vive en el callejón
donde viven las rameras.

He salido a buscar a la hilandera
pero, por más que busco y busco
sólo encuentro hebras negras.

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Tabula rasa

Pido la cuenta.
Pasan paño a la mesa con gesto rutinario.
Terminé de saborear viande vie con deleite.
Busco el bastón.

Con la misma cara
pasarán paño a mí. Así es la muerte.

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El pene cebolla

La mujer de este relato
se fue a la península.
Le había dicho el sueño
que esa era la tierra
del Pene Prometido.

El hombre que eligió
la abrazó desnudo.
Cogió ella su pene
y le corrió
el prepucio.

Tembló su corazón.
Debajo del prepucio
otro prepucio
y otro
y otro más...
hasta que al despertar
de su Sueño Original
en la mano ansiosa
no quedaba nada.

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Dios Suicida

Verdugo sobrehumano
de estas horas, estos bienes.
Fiel hado postergador
que me matas y proteges:
has de saber que eres yo.
Mi albedrío te sostiene.

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No en la lengua

Mil años sin dormir ni vivir,
como una tabla: alerta e inmóvil.
Ninguna maquinaria - ni reloj ni cerebro -
contó en aquel rosario, alzó voz de testigo,
se levantó diciendo:
¡Aquí está Dios!
(Ni hubiera habido quién la escuchara).
¡Aquí está Dios! En el desierto.
No en la en lengua. No en el oído.

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Hierro

(Del ciclo de poemas dedicado a cada uno de los
114 elementos químicos; nota: la sangre es roja
por el hierro en la hemoglobina)

El hombre se sintió muy grande
cuando aprendió a matar con hierro
y no sabía que la sangre
vive
porque lo lleva dentro.

Hierrecito imantado: ¡Vamos a las Indias!
Cruzó los océanos.
Multiplicó los clavos de Cristo,
humilló la luz y los pechos
de veinte millones de hijos
del padre gestor del hierro.

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El país sin nombre

- ¿De dónde viene usted?
- De los Estados Unidos.
- ¿ Estados Unidos de Brasil, De Venezuela?
- No, de Norteamérica.
- ¡Ah, de los Estados Unidos de México!
- No, de América.
- Sí: ¿Pero de qué país ?
- De los Estados Unidos.
- ¡Ah, entonces ya sé cómo se llama usted!
¿No cree que lo sepa, eh ?
Pues se llama usted "hombre".
¿Y sabe cómo lo adiviné?
Usted y su país están tan por encima de todo
que no necesitan nombre.

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El taxista ciego. (Historia de Tenochtitlán)

Andaban todos con los ojos rojos
y cuando se le desangraron
llegó un tiempo de duras cicatrices
y la gente se olvidó de la palabra ojo.

Ésto hasta que un día
empezaron a escarbar. Buscaron y palparon ojos esculpidos.
Volvió el dolor.

Pero uno de ellos dijo en voz alta:
- Súbanse a mi taxi, que yo veo.
Y partió. Se fue por calles, patios y veredas
atropellando a sus congéneres.
- ¡ Soy la salvación - les dijo - sentáos en mi taxi y no los atropello !
Se fue por continentes de gente bella proclamando:
-¡ Aquí hay pasada ! ¡ Ésta es la calle América!
Y atropelló millones.

Hoy día el taxista ya está tan viejo y desganado
que se adorna con brocatos en Roma y palpa ojos esculpidos.
¿ Y la gente ?
La gente comprueba complacida
que el taxista
en las boutiques
ha cumplido su promesa.

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El milagro del sueño

La cigueña que anida sobre el tren,
sobre el tren que nunca para,
se aleja.
Se aleja sin rumbo
en noches desesperadas de conductores dementes;
en guerras, fortunas perdidas e hijos ametrallados.
Y despierta sobre su nido
no importa donde le susurre el tren su hogar
a la cigueña endormecida.

Ésto es siempre así hasta que un día
- día en que el tiempo es más veloz que ella -
despierta en tierras ocultas
y nadie,
nadie vuelve a ver a la cigueña.
Cuando ésto acontece
los hombres hablan mucho
(para que no se note que no hay palabras)
y plantan cruces
como ya han plantado cruces
que no hacen falta...
No hacen falta.

Pero al fin del duelo, los hombres
simplemente se tienden adormecidos
a escuchar el susurro del tren
y despiertan
- no sé de un milagro mayor que éste -
una de sus muchas mañanas
mirando, casi con indiferencia,
el volar de la cigueña.

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Cerca de Tschernobyl


                             (Minsk, Mayo 1999)

La araña en el ángulo
del cuarto de hotel
reclama su lugar en el cosmos.
Con imperiosa paciencia
acerca las estrellas
al cuarto, a nosotros, al mundo,
al nudo maligno de Inessa.

Allí.
Allí en ese mismo cuarto
el cáncer reclama
su lugar en el cosmos.
Tan impaciente
que no cabe en este cuarto,
ni en nosotros,
y devuelve las estrellas
al lugar que no se entiende.

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En Chile tú

Quiero ser los ojos
navegantes de tus sueños,
sangre de tus labios,
desaguaderos gigantes
de lágrimas y océanos
que separan nuestros cuerpos.

Quiero derribar
el celoso guardián de tu templo,
sudar tu sudor, oler tu incienso,
guardar tu calor
en un escapulario etéreo
subiendo a aquel lugar sin nombre
de donde nadie ha vuelto
y de allí: volver, descender contigo
a la aguda piedra y al polvoriento trigo.

Quiero derribar
las barras del destierro
y en un triunfal aquelarre
de entrelazados destinos
dar por licuar lo que fue hierro,
de este dolor la tinta amarga,
el dulzor secreto de nuestro vino.

Quiero reposar
de tantos golpes, de tanto vicio,
de tanto anhelo solitario.
Dame un cojín para colocar
mi cabeza tan pesada,
ahí no más, así no más,
y susúrrame al oído
que mis versos son tus versos
y que los versos son anillos.

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No Carmen o sí Carmen

Llamé a la puerta.

Me hicieron entrar a una tina caliente
para desangrarme.
Era una vagina inmutable
y a luz un hilo de sangre.
Silenciosa, sola y reina
iba pariendo la muerte.
En el espacio sin fondo,
no Carmen o sí Carmen,
corría el hilo de sangre.

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En viaje a España

Cambio de tren en Avignon,
dos horas entre Norte y Sur.
Marcha solitaria al palacio papal, inmenso ataúd
amarillo y vacío.
Un café en el boulevard: azúcar, leche, semblante triste.
Enorme está el sol hoy día. Y frío.
Un ebrio grita en la calle:
La soledad no existe

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Nocturno gástrico

Glaciar de sueño
derretido. Fumarolas hirientes.
Reflujo de la empanada.
Dieciocho de Setiembre;
dependencia de Chile.
Mote ucraniano con huesillos
queso chileno de Nueva Zelandia,
agua pura de las islas Fiji.
Dios patria tiene un hijo enfermo.
El sueño rasga la garganta.
Viva Chile y vomito.
Vomito y Chile está muerto.

Seis de la mañana. Televisión. Noticiario.
Es hora de olvidar.

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Artimaña

Si necesitas tiempo
te diré
como fabricarlo.
Primero te cortas e incineras
ambos brazos.
Luego pones la ceniza
en un reloj de arena.
Así obtienes tiempo
con su más auténtico carácter:
no dispones de brazos
para darle vueltas.

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Más allá

El cordero. Los corderos.
Cabezas tiesas
mirando hacia el mismo rincón.
Collares atados a la cuerda
de un cordero trillonario.
Copia de copias de la cuerda.

En ese bar solían encontrarse los vecinos
en las afueras de Valladolid.
Siguen encontrándose
pero no se hablan.
Pido que apaguen el televisor.
El camarero cree que estoy bromeando.
No puedo perder ni ganar esta guerra.
No saben que hay guerra.

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Final

Esa polilla vuela
como si hubiese
descubierto el mundo.
Me muevo
como diciendo:
es tarde, es hora de morir.
Se posa en las páginas abiertas del libro.
Lo cierro.
Ahora su cuerpo desfigurado
se presenta en el libro
como el último verso.

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Botellas

Los tiempos que te quedan
se miden en alcoholes.
Tenientes de la gola,
de sangre y de barriga.
Sobre el piso:
montones de botellas.
Recuerdos repetidos.
¿Y ahora qué? ¡ Hay luz muchacho!
La luz del aguardiente.
Abrasadora luz, astuta.
La amante luz que inunda
los tiempos
que te quedan.

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Jaula

"No obstante que todos huyen de su vida como de una cárcel odiada, un gran milagro se cumple en el Universo: toda vida es vivida", J. M. Rilke

El león está encerrado.
Dos pasos y vuelta y vuelta otra vez.
El león se desespera
por entrar a su jaula.
Ya lleva años,
su vida entera.
Cruzó montes, sabanas.
Siempre buscando la entrada.
Puso avisos en el diario,
prometió matrimonios.
Vivió en hoteles de lujo.
Sigue encerrado.
Dos pasos y vuelta. Vuelta otra vez.
El león se desespera
por entrar a su jaula.

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Bonjour

¿Bonyú muerta? Eso no tiene sentido.
Cuando amé a Bonyú
no tenía senos de muerta.
Ni amó ella a alguien
que así la recuerde.
Y aquel que recuerda
será, sin duda, un difunto.

¿Quén lleva el machete
que se abre paso entre cadáveres?

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Punto sin masa

La muerte,
por supuesto entre comillas,
es un punto sin masa
entre un terrón
en que no existe
por la habilidad de pensar en ella
y otro terrón
incapaz del pensar que la engendra.

También existe la muerte sin comillas.
Para conocerla
tenemos que consultar
textos
iluminados
por relacionadores públicos
y vigilantes.

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Pueblitos

Los loros gritan.
El viajero mira tele.
En las calles toman mate.

Los loros callan.
Ya se esconden los alcaldes.
Se acabó el fraterno go...oool.
Cuando muertos
serán calles.

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Salida del vuelo 704

El señor con su tarjeta Ruby
viaja con su cárcel.
La muchacha enamorada
viaja
con su cárcel.
El budista, el masticador,
el patrón, el perro, la vedette
viajan con su cárcel.
Algunas la llevan
a Madrid,
otros a Frankfurt.

La cadena es perpetua.
En cien años habrán muerto.

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Vuelo 231

El de 7A, caspa en el vestón.
7B sueña: matar a su cuñado.
6C amasa una bolita entre índice y pulgar.
La de 8A pretende gozar el café
y observa molesta
como 8C tirita con la pierna.
Al de 8D, el más carismático,
le gustan las niñitas de seis.

El avión explota
en el sueño de un cavernícola.

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Sopa de agua

A fuego lento
se fueron cociendo tus juicios
hasta que quedaron
tan insulsos
como tus juicios.
Esa sopa no alcanza
ni para despedirte.
Y sigues y sigues con esa cara latosa
de limpio.

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Telones

La cabeza saltaba
de un lado al otro
de la guillotina.
Como el pez
por la metálica frontera del agua.
De pronto, el pez fué atrapado por los aires.
Y la cabeza rodó.

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Recomendación turística

Este castillo junto al Rín
tiene un estacionamiento grande y seguro.
Los japoneses están satisfechos
con el medioevo alemán.
Incertezas, condados rivales,
todo en un frasco con formol.
Magnífico pene disecado
con café
y kuchen.

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Ecuación

Los habitantes de la isla
cuidaban sus propias tumbas
antes de morir.

Así resolvían su ecuación
de la muerte antes y la vida después.

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No

El hombre viejo, el hombre herido
dice no
como un acusado sin culpa.
Se levanta y dice no.
Se sostiene malamente
y rechaza sus piernas
como ajenas.

El animal viejo, el animal herido
no dice no.
Se levanta, se sostiene malamente
y sus piernas son las suyas.

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Paula

Gravito hacia tí.
Tu muerte es mi cubil.

Fino paladar.
Saboreo
lo que te llevó de aquí.
Montañas
de ostiones, mantequilla,
mayonesa.
Floto en un río
deleitoso, amarillo.
Diles que reserven un 'chambre séparé'
allá en el infinito
para revolcarnos.
Y no es necesario ir.
Aquí, Paula,
estamos.

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Luz

A Carlos le gusta mirar penes.
Se pasa la vida
en mingitorios, en baños sauna.
Mira y mira.
Misa y misterio.
Ventanas luminosas
para evadir
los cuchillos.

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Los genitales del hermano

Enceguece la navaja
el turbio sebo
y no corta malcolgar.
Rizasco, ascrizo celo. Podrulpo.
No corto, no estrangulo, no miro,
no niego. Están.
Ya sé: cortar en mi cerebro,
enrollar este papel en la tumba de mamá;
que lo coman los mismos gusanos.

Ahora está bien,
hermano.

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Flores

Exuberantes racimos
colgando de los balcones.
Encendidas formas
de todas las regiones de la tierra.
Fragancia embriagante.
Abajo, por la calle,
pasan las flores
tomadas de la mano,
exclamando:
Qué bellos son esos penes
colgando de los balcones.

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Cesárea

Y bajó Dios
con un hacha
a destrozar televisores.
De cada artificio salió un sangriento llorón
verdadero.
Y comenzó la vida en la tierra
por segunda vez.

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Evangelio

Este gato
tiene salidas de emergencia:
túbulos que lo llevan al no-gato
pudiendo sobrevivir las diferencias con mi hogar.
Salen de mis rezos:
"Túbulo nuestro que estás en el gato."
Nadie ha visto este milagro,
puente inmenso de pocos metros,
pero creo en él
y nos salva:
a mí y a mi gato.

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El girasol

El girasol me salvó la vida.
Hoy, entre dos noches inciertas.
Me sonrió contra el borroso
almidón en mi cabeza.
Me hizo fluir
entre los amigos.

Lo llevo como estandarte
agarrado con ambos ojos.
Firmemente. Así.
Así me conduce
el girasol.

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La rosa

Si quieres una rosa
deja simplemente
que sea.
Llévala en un barco con dos proas.
Llévala a una casa con dos casas
para que allí tenga
una casa entera.

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Curación cotidiana

Mi infarto en la paloma.
Se vuela el corazón.
Devuelto a mí.
Y se deshace
en láminas inocentes
pegadas a alguna porcelana.

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Minicuento I

Desde su infancia soñaba
que podía volar.
Era él el único.
Pero todos pasaban de largo
sin mirarlo.

Lo mismo ocurría en vigilia.
Hacía cosas singulares
pero a nadie le interesaban.

Ahora, ya viejo,
se realizó
finalmente.
Inventó una manera especial de despegar.
En los pasillos del aeropuerto,
en las calles de su pueblo.
En trenes, bares y teatros.
Ya no pasa desapercibido.
Es el fin de su ansiedad.
Lo que hace es eructar.
Y todos lo miran.
Eructa, eructa,
eructa y eructa.

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Chile

Hay países como el té:
una mosca a flote
y ya se enojan.

En este país, en cambio, hay tantas moscas,
avispas, mariposas,
cien clases
que son o no son clases. Como la sangre,
esa jungla de glóbulos.
Antígenos. Anticuerpos.
Taxistas que escuchan a Bach.
Empresarios que escupen en la acera.
Es un país pedregoso, enredado.
Pero también es liviano.
Como el té
y la mosca.

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El pez en el acuario

Tanto es pez que no me mira
ni me piensa, ensimismado.
Tanto es luz que ya me mira
por el vidrio del acuario.
Tanto es pez que no lo miro
orgulloso de este lado.
" ¡Eh, ven a bailar conmigo! "
grita el pez desbraguetado.
Tanto es Dios que ya lo sigo:
tras de mí el vidrio dejo.
Baila el pez y baila Mario,
baila Mario en el espejo.

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La nieve me enseña

Un metro de nieve en la calle:
sólida traba.
Ahora brilla el sol:
era solamente
agua.

En Júpiter nosotros somos hielo
y el aire es hielo.
En Venus nosotros somos aire.
¿Qué somos dónde?

La nieve me enseña.

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Arte poética II

He allí el poeta.
He allí el zorzal.
Percibe insinuaciones de la tierra.
Agarra puntitas, alarga, presenta
la emboscada lombriz universal,
viva y ondulante,
de la hierba.
Como si fuera lo más fácil del mundo.

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El idioma materno

Polvo de los muertos, de los que hemos de morir,
tienes algo de miedo y de madre a la vez,
cielo gris.

Carne de los vivos, de vacunos degollados,
tienes algo de lujuria y de madre a la vez,
cielo ansiado.

Aliento de Dios, seis mil millones de alientos,
tienes algo de la nada y de madre a la vez,
cielo abierto.

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